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Pedro Lezcano Jaén: zombificación del barroco para mostrar un arte personal y pleno


''Deslucidas, acedas, resquebrajadas bajo humeantes barnices o excesivamente lavadas y limpias, embellecidas y retocadas, las obras maestras de los viejos y grandes pintores no tienen nada valioso que decir''.


Discurso pronunciado en su exposición del Jeu du Paume, París. James Ensor. 1932.


El pintor expresionista James Ensor, el cual se caracterizó por la constante crítica hacia su tiempo, expresada con burla a través de sus obras, intentó legitimar el arte vanguardista en varios de sus discursos, aparte de considerar desfasados a otros movimientos artísticos previos o coetáneos, pero de raíces decimonónicas o anteriores. De hecho, la oración que introduce a este texto precisamente habla de esta cuestión; Ensor comentó que las piezas artísticas de los viejos y grandes pintores —recalcándose aquí el adjetivo viejo— no podían proporcionar ninguna aportación significativa al arte de la actualidad. Además, se dedicó a describirlas con términos peyorativos, por lo que es posible asumir que estas obras, las cuales en su día fueron capitales, han muerto ya. Su fecha de defunción no es precisa, pero se halla en las primeras décadas del siglo XX.


Cabeza nº IV. Serie Gravida Testa. 2017. Resinas, hierro, madera y pigmentos. Representación de una cabeza humana, a escala natural.


En este aspecto, el arte de Pedro Lezcano Jaén (Las Palmas de Gran Canaria, 1970), que también tiene su punto satírico, realiza un proceso de zombificación del arte antiguo; de la historia del arte. Su arte recupera, en parte, y sin recurrir al apropiacionismo ni a lo kitsch, —en definitiva, sin reproducir ni imitar— las artes pictóricas y escultóricas del pasado.


Como bien se adelantó, la zombificación no se basa aquí en revivir literalmente las obras de arte —occidental— que la historia nos ha legado, concediéndoles un punto de actualidad, de aproximación al contexto coetáneo, que no poseen en su forma original. En el caso de Lezcano, recobra, selectivamente, la vida de algunos fragmentos artísticos del ayer, por ejemplo, el barroco. Y les da un sentido propio, que incluso, puede tener algo en común con el auténtico. Si bien es cierto que está más influenciado por movimientos y artistas del siglo XX pertenecientes a la figuración, la reminiscencia del barroco está sutilmente presente. Es posible afirmar que su arte bebe de fuentes diversas y que, además, los artistas y las artistas de la figuración en la pasada centuria igualmente se nutrieron del barroco —por ser figurativo— con o sin intención alguna. De forma directa o indirecta. El pintor más notoriamente estimulado por el movimiento artístico citado fue —de aquellos que prefiere Lezcano— Francis Bacon y su obsesión por Diego Velázquez.


Al fin y al cabo, los movimientos de la historia del arte, con el devenir de los siglos, se han quedado sin vigencia. Cuando se conservan físicamente en forma de obras, se transforman en cultura material y se preservan normalmente en museos. Empero, carecen de función respecto a la tenente en el pasado: ahora están para exhibirse, para descubrirlos y, en el mejor de los casos, descubrirnos. A colación de las piezas artísticas y su vínculo con el día a día, el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman arguyó que en el mundo ‘’no hay obras de arte. Sí, todavía hay algunas por ahí, pero están en los museos: y, acaso, […] los museos son [los cementerios] para la vida del arte’’ (Arte ¿líquido?, Zygmunt Bauman y otros/as, 2007). A pesar de todo, Lezcano está en contra de esta afirmación, considerando que los museos y sus contenidos-obras de arte mantienen el pasado en latencia, así que continúan siendo de interés; lugares llenos de vitalidad e inspiración.


Sin embargo, lo que gesta nuestro protagonista es un arte figurativo con un estilo que recuerda al barroco, recuperando algunas cualidades básicamente formales —no todas— del movimiento artístico, que le interesan como método de expresión. En su pintura, destacan la sinuosidad, la fuerza del colorido y el predominio del color frente a la línea —aunque no siempre—, además de la intención de recrear volúmenes, la abundancia de materia, el patetismo en los personajes y sus cuerpos mórbidos —entroncando sobre todo con el barroco flamenco—. Sin embargo, sus obras pictóricas manifiestan quietud; es el estado de reposo de sus personajes que dista de su escultura. La escultura muestra el objetivo —puntual— de conseguir movimiento —a veces, con un simple gesto de las manos del personaje, el cual rompe con la unidad del espacio y se abre hacia el público—. También exhibe el gusto por los cuerpos que visibilizan la musculatura o bien resaltan la adiposidad, rechazando siempre la idealización —esto lo comparte con la pintura—.


El Jardín de las Strelitzias. 2018. Óleo y técnica mixta sobre tabla. 170 cm x 230 cm.


En definitiva, lo barroco se convierte en un medio; en un zombi artístico parcialmente recuperado, el cual es manejado por la voluntad del autor, eso sí, respetando el arte producido primigeniamente —no se imita, no se reproduce ninguna pieza; el arte de Lezcano es totalmente propio—.


Su estilo, muy personal, asimismo es posible asociarlo con el término pintoresco. Una palabra que actualmente tiene múltiples acepciones, pasando de ser algo agradable o interesante a extravagante o estrafalario. En cualquier caso, ninguna de las definiciones debe parecer positiva o negativa; hay matices y no se tiene por qué presentar una dicotomía. El historiador del arte y crítico Heinrich Wölfflin habló así de lo pintoresco en relación con las ruinas arquitectónicas: ‘’[…] una pintoresca belleza de las ruinas. Se ha roto la rigidez de la forma tectónica, y al desmoronarse los muros, al formarse grietas y boquetes y en ellos crecer las matas, surge una vida que se desprende de la superficie como un estremecimiento, como un fulgor. […] [L]a construcción entra a formar un todo pintoresco con las formas de la naturaleza que se mueven libremente, con los árboles y las colinas’’ (Heinrich Wölfflin, Conceptos fundamentales de la historia del arte, 1915). En cierto modo, lo pintoresco para este autor quiere decir la destrucción, la muerte de algo que anteriormente estaba en pie, vivo. Se trata de la decrepitud transformada en belleza. La naturaleza se apodera de lo artificial y consigue resaltarlo, reavivarlo, a pesar de que su utilidad original se haya perdido.


Ensor mencionaba algo similar en lo relativo a las obras de arte de los viejos maestros, pues al tacharlas de deslucidas, acedas y resquebrajadas, estaba aludiendo indirectamente a su carácter pintoresco que se ve mermado por los barnices, las limpiezas, los embellecimientos y los retoques. Las piezas histórico-artísticas de carácter mueble no consiguen transitar siempre, como la mayoría de las ruinas arquitectónicas, hacia lo pintoresco; la naturaleza no se apropia de estas porque están sobre-protegidas.


Fracción Mnémica 1.19. 2021. Óleo y técnica mixta sobre resina. 43 cm x 46 cm.


En este aspecto, Lezcano plasma lo decadente, el paso del tiempo, en sus obras. Sus pinturas y esculturas exhiben el tópico fugit irreparabile tempus —el tiempo huye irreparablemente—. Al ser piezas coetáneas, no están dañadas por los años; su aspecto caduco es un truco. No obstante, sí que ha conseguido zombificar el barroco, apropiarse de lo pintoresco y darle una vida nueva a este periodo de la historia del arte, convertido, por lo demás, en un objeto de estudio mediante sus testimonios materiales —restos del cadáver plástico—.


Con todo, la apariencia degenerada —las partes sin trabajar, el material cuartelado o perdido, los emborronamientos y distorsiones, las zonas rotas, etc.—, es un ejercicio de impostura descarnada. Justamente, estos rasgos intencionados son también superficiales. Se corresponden con la estética del artista en su juego de revelar la verdad del tiempo trascurriendo. Sus obras se asemejan, incluso, al género pictórico de la vanitas, dada la predilección por mostrar el azote de Crono. En este aspecto, comparte una característica de significado con una parte del arte barroco; la concerniente al objetivo de la vanitas. Lezcano tiene un poco de arte lowbrow por su fachada eventualmente grotesca. Aunque lo suyo no deja de ser un arte el cual, exponiendo sin miedo el tempus fugit, actúa críticamente con su propio contexto histórico-presente. La superposición de capas pictóricas insinúa el proceso de creación de una obra, la ejecución meditada y lenta; lo matérico enlaza con lo elaborado, con lo madurado desde una óptica artística. No se puede olvidar su florecimiento en la faceta más manual, artesanal, del arte, ya que su arduo trabajo le permite conseguir nuevas técnicas para pintar y esculpir. La experimentación es clave en el artista.


Typical Family VI. Serie Objetos de tiempo. 2022. Óleo y técnica mixta sobre resina. 82 cm x 114 cm.


Nuestro autor huye de las modas, de lo banal. Pero no pretende atemorizar con este tópico, en cambio, sí concienciar, con una sutil guasa; también sin dar una pauta concreta de cómo actuar en consecuencia. De todos modos, se trata de la máscara perfecta, al igual que las mascaradas que hicieron famoso a James Ensor, para ocultar o, mejor dicho, dejar entrever cuestiones personales del artista, privadas, que son realmente la prioridad en su trayectoria artística, independientemente del ciclo vital. En efecto, la plasmación de sentimientos, emociones y recuerdos de Lezcano es la temática de sus piezas; su género resulta intimista ante todo. Los cuadros con personajes que tienen el rostro velado remiten a asuntos que nos son desconocidos, relativos, eso sí, a la niñez y juventud de Lezcano. El arte barroco se identifica por la expresividad de sus personajes; la carga psicológica empezó a mostrarse claramente en este movimiento. Por tanto, entronca de igual manera con la tendencia autobiográfica del artista canario.


En definitiva, su plástica va tomando formas distintas y, al igual que su experiencia vital, evoluciona con el tiempo. Se trata de la sonata fúnebre —recordando una de las frases escritas en su taller, desordenado. Un caos en miniatura que muestra, aquí, algunos intereses musicales como la Marcha fúnebre de Frédéric Chopin— de su quehacer artístico antiguo, que muda con los años, con las décadas, alcanzando ahora la plenitud.


Imágenes cortesía del artista.

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