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Miguel Reyes Escalona: arte de denuncia; alegorías de la Decadencia y de la Verdad

  • Foto del escritor: Andrea García Casal
    Andrea García Casal
  • 6 feb
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 10 mar


''Él lame, unta, condecora,

halaga, sonríe, amenaza.

Y así vacían por los puertos

las repúblicas desangradas.

 

[…]

 

Pavoneándose, vestido

de smoking, en las recepciones,

inaugurando monumentos

con esta frase: Señores,

la Patria antes que la vida,

es nuestra madre, es nuestro suelo,

defendamos el orden, hagamos

nuevos presidios, otras cárceles''

 

Los abogados del dólar, en Canto general. Pablo Neruda. 1950.

 

Está claro que el poeta Pablo Neruda, el cual también ejerció en calidad de político, no podía habernos dejado un legado vacío de connotaciones ligadas a asuntos ideológicos-políticos. Su poemario Canto general recoge varios versos acerca de esta cuestión. En uno de estos, particularmente habla de ''las repúblicas desangradas'', y de aquellos gobiernos los cuales prefieren anteponer la ''patria antes que la vida''. Se trata del poema Los abogados del dólar. Sin necesidad de entrar en detalles acerca de las naciones que son aludidas por Neruda, sin lugar a duda, todo el poema es una alegoría al poder gubernamental absoluto, inflexible, perpetuado y corrupto, que es capaz de extenderse invariablemente a lo largo del tiempo. Presumiendo de una buena imagen y de una gestión disfrazada de corrección, esconde sus fechorías, ''condecora, halaga, sonríe, amenaza''.


En este aspecto, el artista Miguel Osvaldo Reyes Escalona (Manzanillo, 1993) asume, y a la par denuncia que los gobiernos de corte autoritario existan, aunque estén grosso modo velados. Su trayectoria artística, especialmente la más reciente, se vuelca en la visibilización de esta problemática, con obras específicas que denuncian esta cuestión. La democracia puede deteriorarse con el tiempo, del mismo modo que es posible la caída forzosa de un gobierno, pasando su control a otros poderes, militares, extranjeros, etc. Como consecuencia, hay estados frágiles y otros directamente fallidos. En ocasiones, los datos que deben arrojar luz sobre la situación de determinados gobiernos se encuentran ocultos o son de difícil comprobación, por lo que resulta complicado precisar la auténtica tesitura de los estados perjudicados.   

 

Espectáculo #65. 2024. Carboncillo y óleo sobre lienzo. 141 cm x 241 cm.

 

El óleo Espectáculo #65 (2024) de Reyes —pieza que obtuvo el primer premio en la segunda edición del Concurso malaYerba, Fondo de Arte Joven, La Habana— es precisamente una alegoría de la Decadencia, aplicada específicamente a un régimen autoritario, y a sus variantes: autocrático, dictatorial, totalitario, etc. Se simboliza a través de una enorme carpa de circo, que resulta más impresionante dadas las dimensiones del lienzo. La imagen del circo es una iconografía a priori benévola, ya que se asocia con la diversión, pero, su trasfondo es ambivalente. Es recurrente en Reyes la plasmación de iconografías aparentemente lúdicas con significados contrarios latentes. El circo, sobre todo en el pasado al estar tan en boga, era un lugar de entretenimiento para la sociedad, con sus acróbatas, tragafuegos y payases. Pero también de sufrimiento para muches de sus integrantes, sometides a la élite de la empresa: las personas afectadas de problemas de salud —hirsutismo, siameses, con otras malformaciones graves….— y los animales exóticos. Con todo, el circo fundamenta su existencia corpórea en una carpa, en una lona que al final evidencia su carácter efímero, puntual, hasta itinerante.


Por sus dimensiones colosales, la carpa de circo en Espectáculo #65 es, asimismo, una metáfora de aquellas criaturas gigantes venidas de la mitología —Hidra de Lerna, Esfinge —egipcia—, Quimera— o de la ciencia ficción —King Kong, Godzilla—, cuyos destinos son fatales —también de estos dos monstruos del siglo XX, en las versiones primitivas de sus respectivas historias—. De hecho, por el significado concreto de la obra, esta mastodóntica carpa de circo se asemeja a la Esfinge, pero particularmente a la griega —no tan enorme, pero sí peligrosa—, definida así por el psicólogo Paul Diel: ''como todo monstruo o plaga que asola un país, la Esfinge simboliza las consecuencias destructivas del gobierno de un rey perverso. […] [La Esfinge es] símbolo de la perversidad del rey, representada en toda su monstruosidad'' (Paul Diel, Simbolismo en la mitología griega, 1952).


Diel se refiere al pésimo gobierno de Layo, uno de los reyes de Tebas en la mitología griega, el cual provocó, además de su propia destrucción, una serie de males a la sociedad que debía proteger, incluso, derivando en la llegada de la Esfinge para atormentar y diezmar a la población. Se puede vincular esto al carácter decadente de cualquier gobierno autoritario cuando, ya en su versión más extrema, se monstruosifica, haciendo que todo lo demás carezca de importancia y sentido alguno; apartando o directamente exterminando a aquellas personas que se oponen a su gestión, que pueden llegar a ser un problema o simplemente intentan aportar su perspectiva sobre el régimen o aspectos relacionados. Igualmente, un gobierno opresor, autoritario, pero sobre todo totalitario, idolatra a su máxime gobernante, y obliga a la ciudadanía a hacer lo idéntico, pero el estado puede colapsar en pro de la autoridad despótica —la cual busca mantener su mandato como sea posible; rememorando a Neruda, ''Él lame, unta, condecora, halaga, sonríe, amenaza''—.


Paisaje textil. 2024. Óleo sobre lienzo. 148 cm x 187 cm.

 

La carpa de circo, alegoría de la Decadencia, pese a erigirse más grande incluso que la propia ciudad circundante, ya se encuentra en proceso de ruina en la pieza de Reyes. Haciendo una lectura más profunda, la carpa se parangona con la capital de un estado, donde se concentra el poder político, entretanto la ciudad es la nación al completo. Con todo, la carpa de circo se refiere al edificio efímero que se mencionaba anteriormente. No se levanta resplandeciente como antaño, sino que adolece, quiebra, y se hunde paulatinamente. Destaca por su cromática estridente, roja, blanca y azul —no resulta baladí—, frente a los demás elementos compositivos, los edificios, que son grises, abocetados, y permanecen aún en las sombras. Eso no significa que no esté deteriorándose, sino todo lo contrario. A pesar de esto, primero ya ha caído la sociedad, sumida en una vorágine de caos. Un caos relativo, ya que, siempre que ha podido, el gobierno autoritario se ha permitido la capacidad de crearlo y de eliminarlo a su antojo, para alertar y confundir a la población. Al igual que sucede en el espectáculo circense, a veces las situaciones más estrambóticas que pueden presentarse al público, realmente tienen un control muy depurado detrás.

 

Pero el declive de la carpa de circo remite a que ese dominio férreo puede acabar cayendo, aunque consigo también lo hagan, lamentablemente, les integrantes de la sociedad bajo las órdenes de dicho régimen. Como si la dirección del circo fuese suspendida, y sus empleades, despedides. En la obra de Reyes puede leerse la oración ''aún sobrevuelan en círculo'', cuyas palabras están colocadas encima de las construcciones grisáceas de la urbe, o en estas a modo de grafiti, acoplándose de manera disimulada a la composición. Resulta trascendental la lectura de esta oración, que sugiere el vuelo de las aves carroñeras sobre el animal que está a punto de morir o ya en proceso de descomposición, para aludir a ese sistema que perece y al, por si fuera poco, le sale competencia. Después de todo, quedaría un nostálgico Paisaje textil (2024), hermoso, pero sin nada que ofrecer.

 

Sin embargo, había dicho quien gobierna aquella oración, inmersa en el verso de Neruda: ''[s]eñores, la Patria antes que la vida''. ¿Pero es posible concebir una patria sin población, o con una población carente de principios éticos debido a una mala gerencia? ¿La Patria está por encima de quienes esencialmente la componen? Pues esa Patria no está cimentada en los monumentos inaugurados por el ''vestido de smoking'', ni en el suelo vacío de la Madre Tierra, antes de ser ocupada. Aunque también podría ser que un gobierno autoritario diera paso, todavía sin quererlo, a la extinción de la Patria misma. En una línea semejante, ''[l]as ciudades son imágenes de nuestros logros conscientes y nuestra evolución cultural, y toda ciudad contiene los medios que engendrarán su propia defunción'', tal y como reza El libro de los símbolos: reflexiones sobre las imágenes arquetípicas (varios/as autores/as, 2011), inspirado en las teorías del psiquiatra y psicoanalista Carl Jung. ¿Cabe la opción de que el gobierno autoritario, en su afán de creerse un logro y el desarrollo supremo a nivel cultural-social, se fracture a sí mismo, muriendo en su cenit solo superficial? ¿Será la capital del estado, de la Patria, la primera en sucumbir, de análoga forma a las metrópolis junguianas descritas en El libro de los símbolos? ¿En verdad es tan desmedido el descuido como para llegar a esta desolación o hay un camino para la alternativa? Tal vez, ulteriormente al gobierno autoritario y su devastación, florezca de nuevo esa área de la Madre Tierra.


El becerro de oro. 2024. Óleo sobre lienzo. 129,5 cm x 115,5 cm.

 

Estos interrogantes son planteados por nuestro protagonista en Espectáculo #65. Lejos de transmitir un mensaje de destrucción para una posterior creación a partir de la absoluta nada, Reyes prefiere apostar por el término de las anquilosadas estructuras políticas del autoritarismo a través de una correcta renovación de estas, o bien de una supresión para reconstruir un régimen más justo, verazmente democrático. Sin embargo, en circunstancias determinadas, los acontecimientos pueden tornarse complicados y finalizar en una calamidad, haciendo expirar por la fuerza al antiguo orden político. Un final violento no es el deseado, pero se ampara en la idea de que régimen autoritario, oportunamente, puede resurgir bajo circunstancias concretas.

 

En ese aspecto, el lienzo titulado El becerro de oro (2024) regresa a esa carpa de circo, ahora multiplicada en varias unidades, que son protagonistas de la composición. Pero aquí no hay una alegoría de la Decadencia, sino de la Verdad. Se trata de la destrucción de la idolatría en los regímenes totalitarios, aunque también los regímenes autoritarios pueden representar la noción de adoración a su gobernante. Por esta razón, la obra se llama El becerro de oro, apuntando al evento veterotestamentario en el que Moisés destruyó la escultura en forma de becerro que estaba idolatrando el pueblo israelí. Moisés hizo esto con el propósito de que Dios no exterminara a Israel, aunque sí hubo castigades por incumplir el mandato divino de abandonar la idolatría, ya que ''[e]l Señor dijo a Moisés: —Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto que os he hablado desde el cielo. No os hagáis dioses de plata ni dioses de oro para ponerlos junto a mí'' (Éxodo, 20:1-6, 22.). Las carpas de circo, símbolos de la idolatría al máxime gobernante, han sido incendiadas en esta obra. Al ser estructuras creadas para lo efímero, resultan friables, no tienen manera de sustentarse y flaquean rápidamente hasta el derrumbe total. Se aprecia la figura diminuta de un becerro en la composición, que observa el fuego, pues el destino de la obra no es acabar literalmente con el becerro en sí, sino con lo que representan las carpas de circo, con la alegoría de la Decadencia. En el paisaje hecatómbico, en el final abrupto de un ciclo que acaba con la autoridad impuesta, la subyugación y la corrupción, nace la esperanza.


Imágenes cortesía del artista.

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