Isidoro Moreno López: dicotomía litoral-interior para abrazar la libertad del paisaje natural y purista
- Andrea García Casal
- 22 mar
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''[Los artistas] [q]uieren librar a la obra de arte de todo lo que no sea su propia esencia. […] La pintura de paisaje será muy sensible a esto que dará en llamarse la búsqueda del ´´carácter´´ español, […] queriendo [Aureliano de Beruete y Darío de Regoyos] plasmar el uno —Beruete— la luz fuerte de Castilla, que aplasta con un sol de justicia el polvoriento sendero o el amurallamiento irregular de las viejas ciudades castellanas; y el otro —Regoyos—, las entreluces veladas del norte donde la luz mima los colores y no los maltrata''.
Pedro Navascués y María Jesús Quesada. El siglo XIX: bajo el signo del Romanticismo en Manual del Arte Español. 2003.
Tanto Pedro Navascués como María Jesús Quesada, profesionales de la historia del arte, no pudieron definir con mayor concreción el significado del género paisajístico en las postrimerías del siglo XIX. Un tema en la pintura española que sirvió para materializar la ruptura con el arte del pasado, incluso el reciente, a través de la depuración de la obra artística, plasmando el paisaje nacional con naturalidad.

A plena luz. 2024. Óleo sobre lienzo. 140 cm x 195 cm.
Así, los paisajes de Isidoro Moreno López (Valladolid, 1975) irradian ese purismo que reconoció a los maestros Beruete y Regoyos, ensalzados, pero a la vez, en cierta medida poco conocidos en nuestra historia del arte. Sin embargo, los de Moreno son todavía más austeros. Una vez se ha superado toda la problemática en torno a la representación paisajística, y con la seguida irrupción de las corrientes vanguardistas en el arte y su evolución a lo largo del siglo XX y XXI, ya no es necesario crear una pintura que se confronte indispensablemente con aquello producidos años atrás.
A pesar de ser vallisoletano de origen, nuestro protagonista se centra en representar los distintos territorios de la geografía española, admirando los paisajes característicos de cada zona y captando su esencia. Su curiosidad le ha llevado más allá de la pintura del paisaje castellano de Beruete, oriundo de Valladolid, adentrándose también en el norte de Regoyos, en el sur, Levante y las áreas insulares. No obstante, Moreno ha pintado sendos paisajes foráneos, aunque aquí haya un mayor interés por centrarnos por su paisajística desarrollada en España, cargada de contrastes, en lo que Navascués y Quesada denominaron ''búsqueda del ´´carácter´´ español''.
Empero, es cierto que en los paisajes de nuestro protagonista no hay esa necesidad de mostrar lo específicamente español, pues realmente se enfocan en la plasmación de la naturaleza en su estado original, siendo menos frecuente la recreación de entornos civilizados, aun siendo estos rurales. Las obras de Moreno no desprenden el concepto de nación, de una identidad específica, española o no, en particular. Son paisajes, evocan la libertad y ausencia de fronteras, de delimitaciones políticas idiosincrásicas del ser humano.

A plena luz. 2024. Óleo sobre lino. 145 cm x 195 cm.
Así, llama la atención su fijación por la dicotomía entre litoral e interior, pero en ambos casos, significa poner el acento en lo auténticamente salvaje, en los aspectos más indómitos, en la medida de lo posible, de la naturaleza. En la medida de lo posible porque la mayoría de paisajes ya no conservan su virginidad. Han sido explorados y grosso modo dominados por el ser humano, aunque sea de una forma superficialmente inocua, por ejemplo, utilizando las playas para tomar el sol y bañarse en el agua marina, o creando caminos para practicar senderismo.
El tratamiento del paisaje en Moreno, como ya se había adelantado, mantiene ese purismo, centrándose en la captación de lo elemental de cada paisaje. También suprime con asiduidad la presencia de figuras humanas y animales, ya que, como las arquitecturas y motivos análogos, son mucho más corruptibles que el propio paisaje natural; aquel que no tiene intervención alguna. Por tanto, hay un interés en hacer patente lo perdurable del paisaje en la naturaleza y la dinámica litoral-interior es adecuada para atestiguar la imagen de inamovilidad, de belleza constante.
El autor se caracteriza por el uso de una pincelada vívida, postimpresionista. Alterna áreas que, en algunas obras, cuentan con mucha materia, las cuales generan una gran riqueza de empastes, pero las conjuga virtuosamente con zonas de amplias veladuras e, incluso, escasa densidad en la capa pictórica. Además del género del paisaje, Moreno da mucha trascendencia a los aspectos formales de su plástica, pues, en lugar de recurrir a la figuración más fidedigna de la realidad visible-tangible, prefiere exhibir la factura, la pincelada ágil y, ocasionalmente gruesa, el color potente, brillante, obtenido cuando amasa cantidades ingentes de pigmento. El hecho de que el paisaje sea tan pictórico en lugar de apostar por la representación ilusionista, asimismo, remite a la idea de valorarlo, primero como un asunto tratado y, segundo, en calidad de obra de arte plena. Así, queda recalcada la importancia de lo formalista frente a la representación mimética de la realidad que observamos y tocamos. Afirmaba Georg Hegel, que ''la sensación y visión desde las cuales una pintura representa un paisaje asume, como obra del espíritu, un rango más elevado que el mero paisaje natural'' (Georg Hegel, Lecciones de estética, 1832-1845).

Peñarrubia. 2025. Óleo sobre tabla. 30 cm x 30 cm.
Moreno está de acuerdo con la doctrina hegeliana en lo concerniente a aseverar que el paisaje pictórico es una obra espiritual, teniendo un valor por sí misma. Pero no se postula a favor respecto a su superioridad frente al paisaje natural. Sin embargo, es llamativo el juego de contrapuestos en la trayectoria de nuestro artista, pues ahondando en lo más profundo de la naturaleza —casi— inmutable, nos la transmite mediante una efectista plástica. Aquí cabe retornar al punto anterior, en el que se hablaba del paisaje español y sus vertientes. Aunque la intención del autor no es definir una identidad nacional a través de su trabajo, es complicado no asociar buena parte de sus paisajes con las localizaciones verdaderas donde fueron pintados o recogidos los bocetos previos al cuadro definitivo. De este modo, Moreno nos recuerda, gracias a su pintura, que el paisaje, por muy aislado que esté de la vida humana, ''tiene significados. […] El paisaje es, por tanto, un método de comprender. Por eso la relación con el paisaje es estética, es científica, es sentimental y es moral. Desde que hay cultura no hay paisajes desnudos'' (Eduardo Martínez de Pisón, Saber ver el paisaje en Estudios Geográficos, vol. LXXI, 269, 2010).
Imágenes cortesía del artista.
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