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Entrevista a Cristina Huarte: la herida que se abre hacia dentro

  • Foto del escritor: Andrea García Casal
    Andrea García Casal
  • 30 jul 2024
  • 11 Min. de lectura

Actualizado: 31 jul 2024

‘’Y queda la nada y el vacío que el claro del bosque da como respuesta a lo que se busca. […] Todo ello no conduce a la pregunta clásica [de] […] «el ser de las cosas» o por «el ser» a solas, sino que irremediablemente hace surgir desde el fondo de esa herida que se abre hacia dentro, hacia el ser mismo, no una pregunta, […] A los claros del bosque no se va, como en verdad tampoco va a las aulas el buen estudiante, a preguntar’’.


Claros del bosque. María Zambrano. 1977.


Retrato de Cristina Huarte. Realizado por Derick M.Rebolledo.


Sin lugar a duda, la filósofa María Zambrano fue capaz de explicar a la perfección la importancia del acto de descubrir, prácticamente por serendipia, una verdad oculta a priori; es la trascendencia del ser. Zambrano parangona este hecho con la idea de recorrer el claro de un bosque, ya que este no ofrece respuestas a preguntas concretas, sino revelaciones, más bien sorpresivas o fruto de una intensa reflexión, la cual, de pronto, emergen. La escuela da los cimientos, pero no construye el edificio de lo que supone la experiencia vital; el desarrollo hacia lo trascendental. No se habla aquí de llegar a objetivos particulares; la filósofa desarrolla un pensamiento basado en la introspección, en la importancia del yo que ha cruzado las barreras ordinarias de la existencia. Incluso, se aproxima a una visión mística de esta cuestión; se trata una experiencia distinta de la metafísica, que no explica a través de argumentos, sino que se desvela con hechos.   


En este aspecto, la artista multidisciplinar Cristina Huarte (Zaragoza, España, 1988) está llevando a cabo una evolución sinigual en su trayectoria, especialmente en los últimos años, en la cual los aprendizajes conseguidos gracias a sus estudios académicos con la Licenciatura en Bellas Artes en la Universidad de Salamanca (2008-2011) y toda su experiencia en la provincia española de Zaragoza no solo se han consolidado y prosperado, sino que se han rebasado a sí mismos. Con esto se quiere decir que la carrera artística de Huarte ha llegado a un estadío tan avanzado que ya jamás podrá regresar a sus comienzos. Nuestra protagonista ha logrado trascender a través de sus estancias artísticas en el extranjero, especialmente en México, pues han significado un punto y aparte en la manera de concebir su producción.


Huarte ha obtenido méritos capitales en su tierra natal, Zaragoza, contando con varias exposiciones, premios y becas por su trabajo; llegando a ser una de las artistas jóvenes mejor valoradas por las instituciones culturales públicas. Además, su trayectoria se extiende a otras comunidades y provincias, como Madrid y Barcelona, e incluso, ha participado en varias ferias de renombre nacional. Sin embargo, estos logros tan cruciales para une artista, le servían, le aportaban a nivel profesional, pero no la colmaban de satisfacción por el conjunto de su arduo y hondo trabajo. 


Performance Aleteo Negro. 2022. Registro fotográfico Isabel Mateo Hinojosa.


Fue al encontrarse viviendo en México cuando descubrió, nuevamente por serendipia, sin haberlo pretendido de antemano, una realidad diferente;  mejor expresado, se ha hallado a sí misma de un modo que nunca se le había presentado. En su entrevista, podremos conocer más a fondo cómo le ha cambiado su residencia en el país de la civilización Anáhuac, pero esencialmente, y regresando a Claros del bosque, Huarte ha podido ‘’surgir desde el fondo de esa herida que se abre hacia dentro’’. Desgarrando sus heridas personales, encontró las profundidades de su yo; un yo dañado que debía ser externalizado, gracias al arte, para sanar y sobre todo concienciar al público. Sin embargo, más allá, en lo recóndito, descubrió asimismo las grandes heridas colectivas, los pesares más densos, conectando su vida con las vidas de otres que sufrieron en el pasado —por ejemplo, la imposición occidental, que impidió un destino diferente— y que también se lamentan en el presente, padeciendo tanto la vulnerabilidad como la violencia en general. La violencia que azota al planeta y a sus habitantes. Nuestra protagonista, con su trabajo, visibiliza asimismo estas cuestiones, explorando el concepto de crisis colectiva, global, en la que nos situamos, según su prisma. A continuación, la entrevista a la artista Cristina Huarte:


1.- ¿Siempre pensó que su objetivo era convertirse en artista o le acompañaron las dudas en algún momento de su vida?

Ser artista fue un sueño que tuve a los quince años. Encontré en el arte un camino para expresar mis obsesiones, un modo de moderar mis tensiones. En mi vida como artista he tenido dificultades, dudas y me he sentido vulnerable. Mi necesidad de expresarme y compartir ha sido más grande que las dificultades.  A los veintisiete años me consolidé dentro de los circuitos artísticos en Zaragoza, lo cual me dio herramientas de expresión que me permitieron moverme a otros países para nutrir mi búsqueda, alimentando mi deseo de explorar nuevos mundos y aprender. Esta búsqueda me ha transformado profundamente y me ha hecho crecer como artista, siempre con mi espíritu inquieto por conocer otras formas de ver el mundo, desarrollando mi creatividad en lugares nuevos, donde siempre suceden eventos inesperados y sorprendentes, podría decir mágicos. Mi más reciente objetivo como artista es crear atmósferas de dimensiones no realistas para que el espectador las habite sin necesidad de comprenderlas.


2.- Usted tiene formación en arte desde bien temprano. Sin embargo, es habitual que lo que se aprende en los estudios, pese a su trascendencia, tienda a convertirse en algo residual frente al desarrollo de la trayectoria profesional, a los vaivenes vitales. ¿Cómo definiría su carrera al comienzo y en qué línea o líneas ha ido evolucionando?

Empecé formándome en el estudio del pintor aragonés Sierra Barseló desde los catorce años en Zaragoza. De él me queda una buena base de dibujo, que luego me sirvió mucho en los años de carrera que hice en la Universidad de Bellas Artes en Salamanca. Siempre me he considerado más dibujante que pintora y es de lo que más me apetece hacer en mis próximos proyectos. Mi dibujo es de corte existencialista y es mi herramienta de escritura. Para mí lo más desnudo que hay es dibujar. El cuerpo lo entiendo en mi obra como un espacio entre lo oculto y lo orgánico y que se está transformando siempre por una tensión psíquica de opuestos. Entre los diecisiete y veintidós años mis dibujos eran figurativos y oscuros,  donde rasgaba lo que había dibujado dejando agujeros en la superficie del papel y mis pinturas eran de gran formato y tendían hacia el expresionismo abstracto, utilizando barnices y pinturas industriales. Luego fui evolucionando de manera conceptual y técnica mientras hacía residencias fuera de España como en Berlín y en Perú, en el tramo de los veinticuatro a los treinta años. Aquí empiezo a incorporar la escultura, la performance y el vídeo hasta el día de hoy. Durante esta etapa de mi vida, coordiné además durante tres años el programa de arte que tenía la Fundación Cedes en Zaragoza; entidad comprometida con personas con discapacidad y autismo. De ahí también empiezo a trabajar con una línea más social en mi obra y es lo que he ido incluyendo en estos últimos proyectos. Actualmente, he introducido en mi práctica la litografía, acercándome a lo poético de una imagen abstracta. Estoy intentando cada vez más depurar mí línea de trabajo. Para mí cada proyecto es una prueba, intento superarme a mí misma. Buscar nuevas formas es un gran reto. Reinventarme a través de mi obra es algo que me emociona mucho, me permite observar cómo vamos evolucionando juntas.


Vista de la instalación Aleteo Negro. 2023. Centro Cultural de España (CDMX, 2023). Registro fotográfico CCEMX.


3.- Cristina, es posible observar que usted trabaja en distintas artes visuales, por ejemplo, el dibujo, la instalación, las prácticas performativas y colaborativas.  Es capaz de articular su producción en torno a una fuerte conceptualidad que hay detrás, creando una armonía constante. ¿Cree que la idea siempre es más importante que la forma en la que se presente después, o para usted ambas cuestiones son relevantes e inseparables entre sí?

Para mí son importantes ambas, me gusta que una y la otra dialoguen, que haya cierto equilibrio entre lo conceptual, lo estético y lo emocional al mismo tiempo. Esto se percibe en la manera cómo presento la obra ya terminada. La parte más bonita para mí es el proceso, hasta que llega a materializarse la idea,  porque es lo que está vinculado a mi vida, con el errar, con la incertidumbre y el interrogarme a mí misma en mi práctica. Me deja muy vacía y triste la obra ya terminada. En base a la idea que me surge, decido de manera intuitiva y cuidadosa el medio y los materiales con los que voy a trabajar. Voy tratando de ver de qué modo expresaré mejor lo que quiero hacer llegar al espectador. Para ello, utilizo una iconografía personal. Mi trabajo tiene algo de confesional. A través de la exploración de materiales, formas y procesos escultóricos, busco encontrar equivalentes plásticos de mis miedos, mi ambivalencia, y el rechazo.


Detalles de Residuos proyectados. Inflorescencia, un retorno al jardín del exilio. 2023. Registro fotográfico David LO.


4.- ¿Puede decirnos algo más acerca de sus referentes? Sabemos que tiene un profundo interés no solo por el arte (artes visuales), sino también por la literatura, el cine o la música.

Me encantan la literatura, la música y el cine. Curiosamente encuentro muchos más referentes e influencias en estas artes que en la visualización de arte contemporáneo. Algunas de mis autoras favoritas son: las escritoras Ana María Navales, Concha Vicente, Alejandra Pizarnik, Clarice Lispector, Ursula K. Le Guin y Gloria Anzaldúa. El poeta Ángel Guinda. También me encanta el Libro del frío de Antonio Gamoneda. En cuanto al cine,  David Lynch me acompañó toda mi adolescencia con su famosa serie Twin Peaks.  Soy muy fan de todo el cine Julio Medem y Carlos Saura. Me gusta también la película Brazil de Terry Gilliam, y Solo los amantes sobreviven de Jim Jarmush. Recientemente, he descubierto al director de cine independiente tailandés Apichatpong Weerasethakul. En cuanto a música, es larga la lista. Me gusta Mari Trini, Lola Flores, Nino Bravo, Triana, Enrique Bunbury y Antonio Vega. Pero tengo otros favoritos como Al Green, Pink Floyd, Placebo, Janis Joplin, Pj Harvey, Neil Young, Leonard Cohen, Pearl jam, Nick Cave, Miles Davis, Dr Jhon…

 

5.- Mencionando la parte conceptual, las nociones de crisis, herida y rechazo están muy presentes en su trabajo. ¿Qué le motiva a investigar en torno a estas cuestiones?

En mi obra juego con conceptos trascendentales y a veces ambivalentes como la desolación, la muerte, la vida, la sombra, la luz: ciclos. Abordo temas como el rechazo y la herida, pero el eje que atraviesa toda mi nueva obra con mucha más fuerza es la crisis. Así, he ido transmutando mis vivencias personales para darles salida matérica y reflejar mi mundo interior. Mis crisis más profundas han sido el detonante para ver de frente la violencia, el abuso, el miedo, la vergüenza y convertirlos en imágenes. A partir de esto, mi proceso creativo me empuja a integrar y sintetizar nuevos conocimientos; hacer una selección cuidadosa de los elementos que le darán la esencia medular a cada una de mis piezas, generando un diálogo directo entre el otro. Las reflexiones compartidas me han ayudado a entender que las crisis también tienen un poder sanador. Yo no puedo salvar nada. Solo me empeño en rescatar la flor que hay entre el barro. Y mi forma más honesta de hacerlo es a través del arte, o al menos eso intento.


Vista de la instalación Inflorescencia, un retorno al jardín del exilio. 2023. Centro Cultural Comunitario (Teotilán del Valle, Oaxaca 2023). Registro fotográfico David LO.


6.- Actualmente desarrolla su carrera en México. ¿Piensa que la cultura del país está influyendo notoriamente en su arte o por el contrario se mantiene grosso modo fiel a su modo de trabajar anterior?                

Hay algo que llamo “un viaje descalza”, para referirme al largo recorrido que fui haciendo por varios lugares de México, donde al llegar me sentí una Transterrada.  Aquí,  fui  encontrando —o me fueron encontrando— símbolos vivos que se repiten en otras culturas, en otros tiempos,  que me permitieron conectar con mi propia herida, reconocerla y hacerla visible. Así, he ido incorporando nuevos materiales que me permiten explorar el espacio simbólico de la naturaleza que nace del territorio y ver cómo se abren nuevas ventanas a un espacio que puede ser doloroso. Algo que ya venía haciendo desde Zaragoza, Berlín y Perú es ir eligiendo los materiales que me resuenan con el lugar, partiendo de latidos e intuiciones. En Zaragoza me rondaba una idea que se cristalizó cuando llegué a San Cristóbal de las Casas convirtiéndose en Aleteo Negro. Al llegar aquí, todo se empieza a dar de manera muy natural, como si todos los elementos del paisaje ya fueran conocidos para mí. De ahí salió la mariposa negra, que llamo la Mariposa Cuatro Espejos, que es una materialización inconsciente de la violencia histórica. Además utilicé el ámbar como un símbolo de la memoria fosilizada, la obsidiana como piedra de transformación y el hierro con su alquimia, que se oxida con el paso del tiempo. Todos estos materiales han servido como amuletos desde los inicios de la civilización. En Inflorescencia mezclé con mi experiencia personal estos elementos, haciendo una profunda reflexión de temas que atraviesan mi ser mujer en el contexto histórico que me toca vivir. Creé imágenes fuertes y provocadoras sobre fondos en una delicada paleta de colores que contrastan con el discurso de la obra. El soporte es papel amate, que yo sentía como si fuera piel al dibujar con carbón y con los pasteles que me traje desde Zaragoza y que eran de mi abuelo, también dibujante. En la escultura Corazón del Cielo incluí la madera de cedro, que para mí tiene una simbología: la transición de la vida y la muerte. La madera también la había utilizado en obras como Bastón de mando que realicé en colaboración con un tallador de madera en Zaragoza. El contacto con estos materiales al llegar a México me ha hecho recordar que ya estuve aquí. En Oaxaca y Veracruz la serpiente y la mariposa aparecían constantemente. Y ha sido sorpresivo haber trabajado con dos animales tan ambivalentes en mi obra, lo cuales me han llevado a sentir una conexión con otros tiempos, como si ya los hubiera vivido. Es algo que me gusta llamar vidas pasadas, y aunque no puedo explicarlo, he aprendido mucho de ello y eso es suficiente para mí. Para el último trabajo, he elegido la litografía, que es un proceso antiguo de impresión, donde se dibuja sobre una piedra de mármol blanco y a base de grasa y agua se traspasa la imagen a un rodillo que la imprime sobre el papel. La litografía, en lugar de ser un medio de reproducción, para mí es un medio creativo. Así, que a pesar del cambio de técnicas y materiales en los últimos años, sí, sigo fiel a mi esencia.


Vista de la instalación Inflorescencia, un retorno al jardín del exilio. Centro Cultural Reyes Heroles, galería Guillermo Khalo (Coyoacán, CDMX 2024). Cortesía de la compañía Somos Danza Enseña.


7.- ¿Puede darnos algún avance de sus próximos proyectos a corto plazo? Tenemos entendido que está organizando una nueva exposición individual como punto de inflexión respecto a sus dos últimas muestras: Aleteo Negro e Inflorescencia: un retorno al jardín del exilio.

Llevo un año,  desde octubre del 2023 desarrollando un nuevo proyecto en la residencia La Ceiba, en Coatepec, Veracruz. Inicialmente, desarrollé bocetos que luego fui materializando y pasando a la piedra de mármol. Han sido muchos meses de introspección y de hacer pruebas con la imagen. Este trabajo consiste en una serie de litografías y un libro de artista. Trabajar con la piedra ha sido una experiencia mágica y alquímica, elegí este material intuitivamente, y fui descubriendo un proceso orgánico, vivo, un proceso donde todo influía, desde las personas que me encontraba en el camino —quienes eran pistas que necesitaba para entender algunos enigmas y responder algunas cuestiones— hasta el clima, la luna y mis estados de ánimo. En mi obra hay muchas capas, una sobre otra y ese ha sido el misterio que he ido desentrañando; he ido comprendiendo el enorme peso que la sociedad en la que me tocó nacer ha impuesto sobre mi generación. Al llegar a México veo que hay un patrón que se repite en los países que he vivido y nos lastima como seres humanos. Es la imposición de un régimen opresor que nos doméstica y divide. Una aspiración al futuro es una sociedad más humana, que acepta su intuición y reconoce su naturaleza animal, que reconoce que el otro existe. A través de mi arte trato de generar preguntas: ¿Debemos quedarnos en un modo dividido, debemos seguir siendo una sociedad desconectada? ¿Qué hacemos para generar una transformación social o personal profunda?


Imágenes cortesía de la artista.



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