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Comentario: Calumny. Prateep Kochabua. 2002

  • Foto del escritor: Andrea García Casal
    Andrea García Casal
  • 19 mar
  • 4 Min. de lectura

Calumny. 2002. Óleo sobre lienzo. 110 cm x 150 cm.


El pintor Prateep Kochabua se expresa mediante un lenguaje de vertiente postsurrealista, aunque también debe tenerse en cuenta que la tradición plástica contemporánea de Tailandia suele contener referencias o, al menos, recibir una ligera inspiración de las religiones budista e hinduista, las cuales presentan una iconografía con entidades sobrenaturales, basada en deidades y/o criaturas semejantes.


En la obra Calumny, Kochabua realiza una de sus frecuentes alegorías —representación artística de una idea, habitualmente personificada—, simbolizando aquí el concepto de calumnia. La calumnia es, llanamente, una acusación en falso. Una vista general a la composición basta para analizar las quimeras y teriomorfos presentes. En el lado izquierdo de la obra destaca un animal de rasgos vacunos, pero con cabeza de tigre. Dicho animal está siendo pintado por el personaje situado en el eje de la composición, el cual posee cabeza de bóvido, aunque con un rostro totalmente caricaturizado, mostrando una cara pícara. Está dotado de dos enormes orejas, tal vez de asno o de murciélago. El cuerpo de este personaje es humano, pero se descubre que, en verdad, toda su fisicidad emerge de un tubo de pintura.


Llama la atención el hecho de que con su mano derecha pinte al tigre-vacuno, con gran realismo, mientras con la izquierda hace el ademán de escuchar, mediante su descomunal oreja siniestra, a un tercer personaje ubicado detrás de este. Comparten protagonismo al estar en el eje central. No debe olvidarse que el personaje pintor tiene una tercera extremidad con la que soporta una paleta dotada de pigmentos.

Así, se exhiben dos nociones interesantes. La primera enlaza con la alegoría de la Calumnia, de origen occidental, cuya primera representación fue realizada, según diversas écfrasis —profusas descripciones de obras de arte— por el pintor Apeles, de la Antigua Grecia. Según las écfrasis y las posteriores interpretaciones de estas descripciones que fueron ejecutadas por artistas, especialmente del Renacimiento como Sandro Botticelli, la alegoría de la Calumnia incluye varios personajes. Además del propio personaje que encarna a la Calumnia, esta alegoría no puede actuar sola si nadie le presta suficiente atención. Por tanto, hay otros protagonistas alegóricos, pero destaca el juez malo. El juez malo en unas versiones, o bien el rey Midas en otras —personaje de la mitología griega que encarna a las malas decisiones, el cual fue castigado por el dios Apolo a tener orejas de burro—, se caracteriza por tener unas enormes orejas con las que escuchar malos consejos y directrices equivocadas.


En la obra de Kochabua, el personaje central que pinta, el artista, alude al juez malo. A sus oídos le habla otro personaje peculiar, también semihumano, mitad orgánico, mitad artificial, ya que, del mismo modo que su compañero, sus piernas nacen del tubo de pintura. Esto quiere decir la alegoría del artista emerge del pigmento, mientras que la otra alegoría lo hace del propio tubo. La alegoría que habla al pintor de orejas gigantes tiene en la faz dos bocas amplias que expresan todas las villanerías que se le ocurren; se trata de la alegoría de la Calumnia reflejada en un personaje concreto —no solamente presente en el conjunto de personajes que dan título a esta obra—, dentro de la versión contemporánea de Prateep Kochabua, y el juez-malo-alegoría del Artista le hace caso sin prestar atención a las mentiras escondidas detrás.


Esto desemboca en que el personaje pintor está plasmando un montón de criaturas surrealistas, ya que se rige por el engaño de la alegoría de la Calumnia, la cual le dicta lo que hacer mal con sus dos bocas charlatanas. Por esta razón, hay un tigre-bóvido y acompañándole, en escorzo y mostrando sus cuartos traseros, se presenta una suerte de leopardo-toro. Asimismo, alrededor de los protagonistas camina un pato de cuyo cuello brotan sendos hongos.


A partir de este momento puede darse a conocer la segunda noción de interés en Calumny. Debido a que tanto el juez malo-alegoría del Artista como la alegoría de la Calumnia brotan de un tubo de pintura, es posible deducir la idea final, la cual engloba todo el significado de la pieza, de que la pintura en sí misma es un engaño. Así, podemos tratar el asunto de esta compleja alegoría de la Calumnia del mismo modo que una alegoría del Arte —los lienzos desplomados en el suelo y otros subidos en caballetes, al fondo de la composición, refuerza esta idea—. La filosofía de Platón, con su teoría de las ideas, establece dos tipos de mundo —realidad—: el mundo inteligible —de las ideas, es decir, entidades absolutas que configuran todo lo existente, dadas por la divinidad— y el mundo sensible —el que observamos, superficial—. Sin embargo, hay una categoría subyacente al mundo sensible, y es la mímesis o imitación. La imitación es gestada, por ejemplo, cuando le artista crea una obra de arte. Platón localizaba a la mímesis en el puesto más bajo de la escala de la verdad —gobernada por el mundo inteligible y después por el mundo sensible—, dando lugar a una creación sin ningún valor verídico. Susceptible, en síntesis, a ser usada para el engaño, para la calumnia.


Claramente no significa que Kochabua considere al arte como una mentira, pero sí debe reconocerse que la pieza artística siempre se trata de algo artificial, obra exclusiva de su creadore, le artista —o artistas—. Y con eso es suficiente para que sea también vehículo del libre albedrío, expresando un universo personal enriquecedor y lleno de matices, el cual solo puede manifestarse a través del arte. De cualquier forma, nuestro protagonista igualmente está denunciando el poder de la calumnia para deformar la realidad y hacer cargar con la culpa a quien no se merece tales circunstancias. En este aspecto, el concepto de mímesis, utilizado por Platón, es práctico para reflexionar sobre cómo la verdad a veces está solapada o distorsionada por la producción artística —podemos extrapolar esto, por ejemplo, a la cultura visual en general, cuando se torna propagandística—, induciéndonos al engaño, a la confusión, a la acusación. Finalmente, esta pieza subraya la riqueza iconográfica e iconológica de la historia del arte, en este caso, fundamentalmente occidental, desde la visión postsurrealista y de raigambre tailandesa de este prolífico pintor.

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